Todo trabajo dignifica: Dios nos quiere activos.
- Naomie Cordero

- 2 dic
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La frase “todo trabajo dignifica” puede sonar popular, pero en la Biblia encontramos su verdadera raíz. Desde el principio, Dios nos mostró que el trabajo no era un castigo ni una simple obligación, sino parte de Su diseño y propósito para nuestra vida.
“Tomó el Señor Dios al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara” (Génesis 2:15).
Esto nos enseña algo esencial: a Dios le agrada que seamos activos. No nos creó para la pasividad, sino para poner en movimiento nuestros dones y recursos. El trabajo —grande o pequeño, manual o intelectual— es una forma de reflejar ese propósito.
La dignidad, entonces, no está en el estatus social que dé un empleo ni en lo que otros opinen cuando nos ven trabajar. Jesús fue carpintero (Marcos 6:3) y Pablo fabricaba tiendas (Hechos 18:3). Ninguno de los dos se avergonzó de sus oficios; ambos mostraron que el valor está en hacerlo todo “como para el Señor” (Colosenses 3:23).
El libro de Proverbios lo reafirma:
“En todo trabajo hay ganancia, pero el mero hablar conduce solo a la pobreza” (Proverbios 14:23).
En otras palabras, no importa si tu labor es reconocida o silenciosa. Lo importante es que seas diligente, fiel y honesto en lo que haces. Porque a Dios le agrada vernos activos, usando lo que Él nos dio para servir y edificar.
Así que cuando decimos que “todo trabajo dignifica”, hablamos de algo mucho más profundo que un dicho popular. Es la verdad de que nuestro trabajo, hecho con integridad y para la gloria de Dios, nos conecta con Su propósito y nos recuerda que nuestro valor no está en la posición que ocupamos, sino en a quién servimos con lo que hacemos.



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